Los catalanes sabemos bien quien era Lluís Companys y su historia. No sé si en el resto del mundo pueden saberlo, pero por eso la novela de Victor Gay Zaragoza, EL DEFENSOR (publicada en catalán por Columna y en castellano por Suma) tiene tanto sentido. Es la historia de Lluís Companys pero vista desde los ojos del abogado que fue designado por el Régimen para defenderle. El abogado era Ramon de Colubí, un joven e inexperto abogado que había militado en el bando Nacional, y le dieron una defensa con un guión preestablecido. El juicio era un puro trámite, y se sabía cómo acabaría ya antes de empezar, pero el joven se rebeló contra el papel asignado, poniendo en riesgo su carrera e incluso su vida. Luchó a favor de la justicia, para hacer justicia. Su ética profesional fue más importante que muchas otras cosas: poder, dinero, prestigio, e incluso su vida. ¿Cuántos hoy en día renunciarían a todo esto por ética profesional? La verdad es que lamento afirmar que creo que muy pocos, y que hoy en día nos miramos mucho más el ombligo que otra cosa. Sin embargo me ha encantado leer esta historia real, de alguien que es capaz de dejar de lado su propio interés a favor de la justicia y la lealtad a una profesión.

Victor Gay Zaragoza, pariente lejano del abogado, dibuja en esta novela la cara más humana de Companys y de su defensor, los cuales dan una lección de humanidad y sentido común para tener en cuenta hoy y siempre. Una lectura amena para los amantes de la novela histórica, pero también para aquellos que creemos que las cosas bien hechas son todavía posibles, que hay gente que prefiere la parte humana de las cosas, y que los sentimientos forman una parte tan importante de uno mismo que pueden llegar a mover montañas. Parece una utopía, pero Ramón de Colubí lo hizo y ojalá todos pusiéramos nuestro granito de arena para que en nuestras pequeñas parcelas de vida reinase esa humanidad y sentido común que a veces tanta falta nos hace.

“Si la justicia existe, tiene que ser para todos, nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia.” Paul Auster