¿Un día de 48 horas?
La vida muchas veces te pone a prueba y estas semanas están siendo moviditas por muchas razones. Llego al viernes casi sin energía, pero por suerte existe el fin de semana dónde logro recuperarme, que no desconectar, y empezar el lunes con muchos propósitos, de los que no puedo cumplir ni la mitad, para intentar cambiar de algún modo este ritmo de vida trepidante: parar, respirar y hacer un kit-kat, sería lo ideal, pero la velocidad del día a día es tan grande que no es posible hacer este parón, y aunque intento robar segundos de todas partes y estirar el tiempo como un chicle, me da la sensación de no conseguirlo, y es muy frustrante porque a pesar del esfuerzo, no llegas, y por tanto nadie está contento, ni yo misma ni los demás. No quiero ser una super-woman, pero si no lo eres, es complicado sobrevivir a no ser que sepas tomarte las cosas sin exigencias, pero si eres, como yo, de las que quieres llevar bien la casa, no abandonar a los tuyos, tener tiempo para los amigos, no fallar a nadie, y además tener un buen aspecto y no perder la sonrisa, lo tienes complicado. Sin embargo llega un momento que por mucho empeño que pones, hay cosas a las que no deberías renunciar, y lo mejor sería admitirlo y asumirlo, pero a la vez es lo más difícil de hacer. He empezado el año con un saco lleno de buenas intenciones, de ilusiones, de proyectos, y no me gustaría que la falta de tiempo me impida disfrutar de todo eso, así que es necesario buscar recursos para organizarse de otra manera, y priorizar. La teoría queda muy bien, pero poner eso en práctica es lo que no tiene nada de sencillo, y para prueba un botón, que desde el día 1 intento ponerme a ello y ha sido del todo imposible, así que no puedo dejar de preguntarme si será una utopía poder llegar a esta conciliación familia-trabajo-vida. Aspiro a poder encontrar la solución, aunque reconozco, que sin perder la esperanza, que hoy por hoy lo veo muy costoso, pero intento pensar que nada es imposible y que tarde o temprano sabré encontrar el equilibrio.
Mi recomendación de esta semana es la nueva novela de Esther Sanz, LOS SIETE SOLES DE LA FELICIDAD, publicada por Umbriel y ya en librerías. Una novela fresca, barcelonina, dónde la búsqueda de la felicidad y el amor son dos objetivos de la protagonista por diversas razones, y de su aventura ganará un aprendizaje para su propia vida, que podría ser la de cualquiera de nosotras. ¡Feliz lectura!
¡Apoyo la moción! Yo también quiero (necesito) días de 48 horas. Siendo sincera, soy un desastre en esto de la conciliación laboral-familiar. Mi jefe se queja porque quiere que trabaje más horas, yo me siento mal porque quiero pasar más tiempo con mi familia, duermo pocas horas porque invierto parte de la noche en escribir y el fin de semana me pasa como un suspiro escurriéndose entre los dedos veloz, cuando apenas empiezo a disfrutarlo. Así que me uno a esa búsqueda del equilibrio contigo Bruno, porque buena falta nos hace.
¡Apoyo la moción! Quiero días de 48 horas, porque para ser sincera, llevo muy mal (fatal) eso de la conciliación laboral-familiar. Mi jefe me pide que trabaje más horas, yo quiero dedicarle más tiempo a mi familia, y el fin de semana pasa veloz como un suspiro cuando apenas empiezo a degustarlo. Bruno me uno a ti en esa búsqueda por el equilibrio, que no sé yo si lo lograremos (va a ser más difícil que encontrar el Santo Grial), pero ganas de intentarlo no nos faltan.
Molts ànims Bruno!
La vida, sovint, ens posa al davant crisis i conflictes que no ens esperàvem i ens exigeix el millor de nosaltres mateixos per superar-los i vèncer els obstacles creats.
Tot és per fer-nos créixer.
Una abraçada d’escalfor.
Jaumet
La falta de tiempo es un mal de nuestros días. Lo curioso es que algunas personas se aburren… Pero casi todos vamos de cabeza. No sé, tal vez lo hemos organizado mal. Lo cierto es que dentro de cien años a nadie le importara nuestro esfuerzo. Y nosotros, que tanto nos preocupamos por la carne, volveremos una vez más a luchar por nuestro espíritu en una guerra de antemano perdida.
Conciliació? Crec que és una utopia. I això que jo treballo des de casa! Sincerament, Bruno, no sé com t’ho fas, jo t’admiro.
Petons i ànims!
A Europa està mot mal vist que algú (home o dona) es quedi un minut més tard a la feina un cop ha passat l’hora de plegar. Si no has estat capaç d’organitzar-te les hores, i la feina per a fer-la en les hores estipulades, és que ets incompetent, incapaç de gestionar la feina i potser no vals per a fer-la. O que el teu lloc de treball està sobredimensionat, o mal dimensionat, amb la qual cosa, si realment no dones l’abast, és que l’emrpesa ha de fer quelcom per a resoldre-ho. A més a més, a Holanda, Bèlgica, Alemanya etc, si plegues tard és que valores poc la teva vida privada. Si has estat bo per a entrar puntual al matí a la feina, has de ser bo per a entrar puntualment a la teva esfera personal: i aquesta puntualitat és tan sagrada com la laboral.
En el nostre país -com fins fa poc passava amb el fet de fumar- cal que arribi a estar MAL VIST que algú faci més hores del compte. Que sigui una petita vergonya quedar-se més estona de la indispensable a la feina.
Jo puc presumir d’empresa: a l’hora de plegar, el cap d’oficina tanca llums, calefacció (a l’hivern) o aire condicionat (a l’estiu) posa l’alarma i tanca la porta amb clau. Si no marxes, pobre de tu. I si no has estat capaç d’acabar la feina que tenies entre mans, és el teu problema i demà l’hauràs de fer a corre-cuita.
Si tothom fés això i a més a més s’unifiqués l’hora de plegar, l’excusa de que ‘els telèfons continuen sonant’ deixaria d’existir: tothom estaria de camí a casa seva per a llegir un bon llibre, o de camí a l’escola dels fills a recollir-los (ells, i no un cangur).
Per què no comencem a canviar?
Petons,
jaumet