QUIÉREME HASTA LA MUERTE
Isabel es la hija menor de una familia de comerciantes, tiene catorce años, mucho tiempo libre, mucha soledad y una certeza: quiere casarse con un joven sevillano. En plena posguerra española y en Barcelona, un pensamiento como ese no es precisamente ortodoxo. Pero ella lo tiene claro: ha visto a su hombre ideal en sueños muchas veces. En su sueño, ocurre siempre algo: en un escenario que recuerda a las mil y una noches, un hombre escribe con tinta negra unos versos dirigidos a ella:
Tú me has abierto la herida
Para que aprenda a quererte,
Y amor que en sangre se vierte
Es fiel por toda la vida.
¡Quiéreme tú hasta la muerte!
Isabel está convencida de que el autor de esos versos existe, y quiere encontrarle a toda cosa. En un juego inocente con un amiga deciden escribir una carta a un joven seleccionado de entre los contactos de una revista, sección “Correspondencia amorosa”. Cada una de ellas le escribe a un hombre. Gana la apuesta la primera que consiga una declaración de amor. Isabel escribe al único sevillano que se anuncia ese día, pero lo hace con una personalidad imaginaria, que no ponga en entredicho su reputación: dice llamarse Claudia y tener 18 años. No es mayor de edad aún, pero por lo menos es una edad algo más respetable. Sobre todo porque su corresponsal tiene 29. El anuncio al que responde dice así: «Anselmito, cariñoso sevillano, 29 años, católico devoto, se cartearía con jóvenes de entre 15 y 50 años con fines de matrimonio. Interesadas escribir a…»
