Siempre que una novela histórica me recuerda al momento actual, pienso en lo mismo. Qué poco hemos cambiado y qué tontos somos de tropezar siempre con la misma piedra. Debo confesar que la novela de Víctor Amela, EL CÁTARO IMPERFECTO (Ediciones B), me ha emocionado e intrigado a la vez. Es una novela que se lee de un tirón y que lamentablemente refleja que en todas las épocas ha existido la corrupción, la codicia y el ansia de poder. Tengo especial debilidad por los cátaros, porque mi padre siempre nos ha explicado su historia, desde pequeños, gente buena con pensamientos abiertos y únicos, y por eso fueron perseguidos, por creer en lo que la mayoría no creía, y eso antes era penalizado con la muerte. Y ahora la gente piensa libremente pero los de arriba hacen realmente lo que les da la gana y los demás debemos cerrar la boca, así que estamos por un igual, al menos, por ahora, sin las armas. Aunque a veces den ganas de armar una revolución. Cuando paseo por las calles y sólo veo carteles de negocios cerrados y con el local en alquiler, me da una rabia tremenda, gente que ha currado mucho se está encontrando con situaciones no merecidas por culpa de la mala gestión de otros. Es realmente imperdonable lo que está pasando, pero seguimos como un rebaño yendo a votar a quien nos parece que nos ayudará. ¿Después de esto alguien cree que existe algún político no corrupto? Deberíamos todos votar en blanco, y pensar qué modelo de mundo queremos para el futuro. Los cátaros eran llamados así por sus adversarios, ellos eran cristianos críticos con el clero, y por eso fueron perseguidos. EL CÁTARO IMPERFECTO es de aquellas novelas ideales para aprender, reflexionar y pasar un rato de lo más agradable con personajes de verdad, en el sentido más amplio de la palabra. Aquí os dejo el booktrailer y por favor coged papel y lápiz para apuntar este libro en la lista de los regalos de Sant Jordi, no fallaréis.

La película que quiero recomendar esta semana es el drama épico BRAVEHEART de Mel Gibson. A finales del siglo XIII, William Wallace regresa a su Escocia natal. El rey ha muerto sin heredero y Eduardo I de Inglaterra reclama el trono. En esta lucha dinástica, Wallace encabeza la rebelión de la causa escocesa con un  discurso que ha pasado a la historia con frases tan célebres como “Puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán… ¡¡La libertad!!»