El fin de semana pasado dos aficiones futboleras demostraron, de nuevo, lo que no se debe hacer nunca por defender unos colores. Se liaron a palos, y hasta murió una persona. Realmente no entiendo que en pleno siglo XXI puedan ocurrir actos violentos como este, porque el único motivo de la pelea es ser rivales en un campo de fútbol.

¿Es normal que llegue a morir una persona por una pelea antes de entrar en el terreno de juego? Me parece francamente fuera de lugar que haya fanáticos que lleguen a perder la cabeza de este modo, a volverse locos por una rivalidad que podría ser sana y que acaba siendo absurda. Ya sabéis que a mí me gusta el fútbol, y me encanta animar a mi equipo, y paso nervios en un partido importante, y hasta me pongo triste cuando mi equipo pierde y me enfado conmigo misma; pero de aquí, a atacar a la afición contraria y perder los papeles, hay un abismo. Aunque es cierto, el mundo del fútbol es complicado, como muchas veces ya hemos comentado, porque alrededor del mismo hay muchos intereses y no es siempre oro lo que reluce ni fuera ni dentro del campo. Lamento mucho que haya pasado un acto así, y que una familia se haya quedado sin padre/marido por culpa de un juego, cuya finalidad es la diversión de todos.

Me parece indignante, triste y descabellado, pero como bien nos explicaba Paz Castelló en su novela LA MUERTE DEL 9 (Turpial), hay muchos hilos sin atar en este circuito futbolero, que cuando estás dentro, como esta autora pudo estarlo en un club de su ciudad, realmente piensas que hay cosas que huelen a podrido. Y de aquí, Paz pudo extraer material interesante para hacer una novela sobre el mundo del balón, que se convierte en un thriller trepidante que ha gustado a los futboleros y a los que no lo son, porque además de una buena trama, desvela esos pequeños secretos que muchos intuimos que pasan dentro de los vestuarios y despachos, pero que nadie se atreve a desvelar. Si en la novela de Paz se palpa una trama truculenta, no toda verdadera, sólo en esencia, en un club pequeño, no quiero ni imaginarme qué pasa en los grandes, ni me gustaría oírlo, dado que seguro que me haría cambiar la visión bucólica que tengo de este deporte y de mi equipo, y por tanto prefiero quedarme con el deporte en sí, en defender unos colores, cada uno los que quiera, y que los trapos sucios, que como habéis visto están en todas partes, se queden en casa. Tenemos que pensar que el Fútbol es uno de los deportes rey, y que muchos niños van al campo con la ilusión de animar a su equipo y de ver a su ídolo, no para ver cómo gente adulta pierde los papeles, insulta o ya se pasa de rosca y comete actos vandálicos que no deberían suceder nunca, ni por un partido de fútbol ni por nada más importante. El deporte debe ser una vía de aprendizaje, donde de una manera divertida se puedan captar muchos valores desde la amistad, el esfuerzo, el trabajar en equipo, hasta la exigencia que debemos plantearnos como personas. Sacarle la parte positiva a un deporte que nos gusta mucho, a una gran mayoría, y que debemos saber disfrutar con respeto hacia el rival y hasta con cordialidad. Los que no saben poner límites deberían quedarse en casa, y que la procesión fuera por dentro, porque hay cosas que no tienen justificación alguna, y lo que pasó este fin de semana, es una de ellas.

La herramienta más educativa que yo he tenido ha sido a través del deporte. Allí he aprendido a aceptar la derrota, que otro es mejor que yo, a levantarme después de no haber hecho bien las cosas, y a esforzarme para hacerlo mejor – PEP GUARDIOLA