Después de una semana muy ajetreada investigando crímenes y castigos en la BCNegra, hoy sigo la pista a una indagación menos sangrienta, pero infinitamente más complicada: el eterno dilema entre el matrimonio y la soltería.

Tengo en mis manos el último libro de Alfred Picó, Casats contra solters (Columna), una hilarante comedia sobre el mundo de la pareja. La novela cuenta la historia de dos amigos de toda la vida que lo comparten todo; todo menos un pequeño detalle: el estado civil. En una noche de risas y cervezas, deciden montar el clásico partido casados contra solteros. La organización del encuentro destapará todo tipo de dudas en ambos equipos y provocará situaciones tragicómicas con un sorprendente final.

El libro de Picó me ha despertado mucha curiosidad sobre las ventajas y desventajas de cada equipo. ¿Qué es mejor, estar soltero o casado?

Tras una investigación del entorno, las pruebas obtenidas han concluido que, a grandes rasgos, el casado se manifiesta públicamente como un militante convencido del matrimonio pero, en privado, mientras el bebé llora y la mujer ronca, sueña ser un exitoso solterón que chapotea en un jacuzzi rodeado de mujeres perfectas. El soltero, en cambio, fanfarronea de grandes conquistas libertinas y de tener un móvil repleto de contactos femeninos, pero al llegar a casa y encontrarse cenando un trozo de pizza chamuscada, envidia el calor de una pareja estable.

La realidad es que ni el soltero está todo el día de marcha, ni el casado abrazado a su mujer. Cualquier opción es buena, siempre que sea la que uno ha elegido con convencimiento. Y, si no me creen, lean Casats contra solters y descubran ustedes mismos en qué equipo jugarían.