Creo que tener recuerdos es una de las cosas más bonitas en la vida. Poder guardarlos en la memoria, como si fuera una cajita sin fondo, donde se pueden conservar aquellas cosas que no quieres olvidar. Yo tengo muchos recuerdos, casi todos buenos, afortunadamente, porque intento olvidar las cosas malas, intento no tener rencor, y aprender de los errores, para no dejarlos enquistados. Por lo tanto mi cajita mágica está casi llena de buenos recuerdos. De los buenos momentos pasados con la familia, que son muchísimos: los veranos con los abuelos, las Navidades todos juntos, las salidas familiares, los momentos de confesiones con mis hermanos, los consejos de mi padre y los abrazos de mi madre.

También aquellos momentos con los amigos de verdad, o el primer beso importante, el primer trabajo, el nacimiento de mi hijo, la decisión de ponerme a trabajar sola y enfrentarme a un mundo tan encantador como complejo. Me emociona recordar todo esto y al abrir la caja de la memoria todavía incluso puedo sentir los olores o los sentimientos, como si aquel recuerdo tuviera vida. También hay recuerdos tristes, no malos, que estos ya hemos dicho que los olvido con facilidad, pero las pérdidas de personas queridas o el enfriamiento de relaciones que han marcado etapas, también afloran y te hacen sentir aquella tristeza aceptada, pero que todavía hace daño. Por todo esto, no querría perder la memoria nunca, porque creo que es un valioso tesoro que te hace ser más feliz y más humano.

Como nos demuestra Joan Lluis Bozzo en su libro MEMÒRIES TROBADES EN UNA FURGONETA, donde explica media vida de la Compañía Dagoll Dagom, una de las más famosas compañías de teatro del mundo, y que nos han hecho pasar momentos fantásticos. Muchas anécdotas, la voluntad, la amistad y las ganas, mezcladas con la ilusión, de un grupo de gente que luchaba por lo mismo. De todo esto se compone esta primera parte de las memorias que Bozzo nos regala, haciendo un retrato, de paso, del país y sus circunstancias.

Lee aquí las primeras páginas (en catalán).

 “El recuerdo es el perfume del alma”, de George Sand, escritora francesa.