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Blog de Bruno

Sandra Bruna Agencia Literaria

LOS NIÑOS DEBERÍAN SER SIEMPRE FELICES

Autor: Sandra Bruna jueves 15 marzo 2018

Esta semana las redes sociales se han llenado de peces que buscaban a Gabriel, el niño desaparecido en Almería. Han sido unos días que muchos de nosotros hemos estado pendientes de este caso, que lamentablemente no ha tenido el final que todos estos peces deseábamos. El corazón se me encoge cuando pienso lo que tiene que ser perder a un hijo, no creo que haya cosa que pueda ser peor, y admiro a estos padres que en una situación límite han sabido pedir calma y no odio. Los niños son vida y no tienen maldad innata, por eso no deberían sufrir nunca, nadie debería sufrir, pero menos un niño pequeño. Se debería poder vivir sin miedos, felices y en un mundo mejor, del que somos responsables, en parte, y creo que tenemos la responsabilidad de enseñarles a construirlo desde la humildad, la honestidad y la no violencia.

Por esta razón, al leer la novela de Empar Fernández, IRINA, también sentí esta sensación de «dolor» al ver lo que algunos niños tuvieron que sufrir entre 1937 y 1939 con el exilio para evitar el infierno de la Guerra Civil. Muchos de ellos fueron acogidos por la fría Rusia, y tuvieron que empezar allí de cero, con la mala pasada de que al poco tiempo empezaría la Segunda Guerra Mundial y tendrían que revivir el dolor, la guerra, y el desamparo que les marcó para siempre, sin merecerlo. Tuvieron que vivir una situación y superarla, separándose de sus familias hacia un destino incierto. La historia de Irina te llega, te culpa, te supera, es un trocito de historia desde la mirada de una niña de tan solo ocho años que debe superarse a sí misma y vivir en un mundo cruel. Pero también, un mundo que le da un nuevo hogar, un sitio, aunque sea uno que no es elegido. Irina es uno de esos personajes que queda en la memoria del lector, como nos quedará a todos en la mente la sonrisa de Gabriel. Ojalá podamos vivir en un océano lleno de todos estos peces buenos que sólo buscan vivir felices, en paz, y en un mar transparente dónde el odio no exista y sí el compañerismo, la unión y las ganas de poder construir este mundo mejor. Cómo en la época de IRINA, que existió solidaridad por parte de algunos países, a pesar de que la situación y el entorno no siempre fueron buenos, ni todos los niños, desgraciadamente, tuvieron el mismo destino plácido que merecían. Gran novela de Empar Fernández, que como siempre sabe cómo contar una historia dura de una manera elegante y hasta cariñosa que nos hace vibrar y nos toca hondo.



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