Salió la noticia, antes de empezar el Mundial, de lo que cobraría cada jugador de la Roja si lo ganaban. Era una cifra escandalosa, para mí indignante, y hasta llegué a pensar «mejor que no ganen» dado que todavía hay mucha gente inmersa en una crisis galopante y este dinero destinado al fútbol me parece realmente una tomadura de pelo.

Gente que se queda sin casa, niños sin poder tomar una comida caliente al día porque se acaba el cole y allí es en el único sitio donde comen caliente (gracias a las becas comedor) ya que en su casa no se lo pueden permitir, reducción de los medicamentos que pasan por la Seguridad Social, la cual todos pagamos, y muchas familias que deben mirarse los números dos y tres veces para poder ver si pueden o no salir de sus ciudades para hacer unas mini vacaciones, que siempre son buenas para todo el mundo, y poder hacer una escapada o darse un gusto con la familia es sano y recomendable. Sin embargo, no todos pueden hacerlo y cuando sigues oyendo noticias como las cifras de los jugadores de fútbol, a mí se me pone la piel de gallina porque sólo me pasa por la cabeza lo que se podría hacer sólo con la mitad de ese dinero. Y me sabe mal que siempre salgan mal parados los futbolistas, porque en otros sectores también se están cobrando cifras desmesuradas y no se dice tanto, y por eso siempre pagan el pato los pobres futbolistas, que tienen la suerte de trabajar en un oficio valorado por todo el mundo y no son ellos los que han puesto las normas. ¿Pero quién es el que pone las cifras a cada cosa? ¿Podríamos valorar como sociedad global qué se podría hacer para que no hubiera estas diferencias e invertir el dinero en lo que realmente hace falta? Sé que son preguntas sin respuesta porque nadie quiere mojarse ni cambiar su status social, porque está en manos de gente que serían los primeros que deberían reducir muchas cosas de su propia vida, y muy pocos, por no decir nadie, están por labor de ayudar al de al lado, si ayudar significa un sacrifico para uno mismo.

Sin embargo, a veces, ayudar es eso, compartir lo que uno tiene, dejar de hacer algo tú para que lo pueda hacer otro, y estos pequeños gestos serían los que ayudarían a ir cambiando el mundo. ¿Conocéis a muchos dispuestos a hacerlo? Yo no. Y por esta razón, hoy recomiendo el nuevo libro de Ferran Martínez, LA ALQUIMIA DE LA PROSPERIDAD (Urano) / ECONOMIA PRÀCTICA PER SER FELIÇ (Columna), quien en tiempos convulsos como estos nos intenta transmitir a través de este libro las estrategias prácticas para sanear la economía doméstica y empresarial, ya que empezar por arriba es tan complicado como imposible, pero entonces ¿por qué no empezar por tu pequeño cosmos particular? La reglas del juego ya no son las que eran, y Ferran Martínez lo sabe por su experiencia como asesor de grandes fortunas, y por eso afirma que la capacidad de sacar partido al capital personal y familiar no depende de cuánto cobramos o de un talento matemático especial, sino de actitud, objetivos y hábitos que tenemos ante nuestras finanzas. Trucos y consejos muy prácticos para afrontar el nuevo modelo económico, con el cual debemos todos aprender a vivir. Un libro ideal para estas vacaciones, para poder planificar el nuevo curso con optimismo y con el #SIPODEMOS hacer algo para nosotros mismos que nos ayude a salir adelante, o arreglar pequeñas cosas que quizás no gestionamos bien. El manual perfecto para el amigo, el vecino o para ti mismo y ver con claridad que hay maneras de reducir gastos y así poder hacer más cosas. Vamos a por ello! Lo de ganar o no el Mundial me importa poco, me parece mucho más importante que cada uno pueda ganar su propio partido.

Canción de la semana: Money, de John Kadner y Fred Ebb