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LOS HÉROES SILENCIADOS

Autor: Sandra Bruna jueves 29 noviembre 2018

Una de mis asignaturas preferidas siempre fue literatura. Parece obvio, pero no tenía porqué ser así. Sin embargo, recuerdo que cuando ya pude hacer letras puras disfrutaba mucho con una profesora de nombre Josefina, que me hizo leer muchas novelas clásicas de autores españoles y europeos, y todavía recuerdo cuándo y cómo devoraba esas novelas. Desde EL ÁRBOL DE LA CIENCIA de Pío Baroja, en la parada del bus donde esperaba a que llegara un niño a quien le hacía de canguro, hasta Otelo de Shakespeare , que lo leí unas vacaciones de Navidad en esos días que ya no son fiesta para los padres pero yo todavía no tenía clases, y la casa quedaba vacía y tenía el sofá para mi, al lado del árbol navideño que mi madre todavía adorna a la perfección cada año. Otro de los autores que me marcó, quizás más tarde, cursando filología hispánica, fue Lorca, otro de los grandes que no te deja indiferente. Bodas de Sangre,  La casa de Bernarda Alba o  Yerma son obras que quedan en la mente de aquellos que amamos la literatura. Por esta razón, cuando Víctor Amela me explicó el nuevo proyecto que quería escribir, me entusiasmé, y de eso hace ya más de año y medio porque las novelas no se escriben en un día, y por fin esta semana celebramos que ya la tenemos a la venta. YO PUDE SALVAR A LORCA/JO HAURIA POGUT SALVAR A LORCA  está en librerías desde el martes y creo que es la novela más sólida de Amela, dado que siguiendo el estigma de algo cercano a él, en este caso su abuelo, ha hecho una historia que llega. Una historia de toda una generación y un homenaje a esta gente que vivió un momento convulso. Manuel Bonilla, abuelo de Víctor, recogía por la noches a personas que corrían peligro en el bando republicano y las pasaba al bando sublevado, porque se conocía bien todos los caminos. Y el 16 de agosto de 1936, el plan de Luis Rosales, al volver del frente aquella noche, era al revés: sacar a su amigo Federico de su casa para pasarlo probablemente al bando republicano, y justo en este punto Víctor sabe que ya contaba con la ayuda de su abuelo. Luis Rosales, ante el desvarío asesino del gobernador de Granada, se había percatado de que Lorca ya no estaba seguro ni siquiera en esa importante casa falangista, en su propia casa. Regresaron del frente a las diez de la noche, pero cinco horas antes ya se habían llevado a Federico García Lorca.

Manuel Bonilla estuvo en el bando vencedor pero no ganó nada, me explicó Víctor, quien vivió en un pequeño piso en el barrio de la Trinitat. Como él, muchos otros que fueron silenciados, y Bonilla estuvo allí junto a Rosales, junto a Lorca. Rosales fue Premio Cervantes, Lorca una figura universal y Víctor considera que su abuelo merece esta novela que le salva de su silencio, de su discreción, cuando merece recordarse, como a muchos otros que también fueron héroes. Una historia que pasa en la España del 1936 pero que llega hasta Nueva York con la figura de Lorca como uno de los protagonistas, aunque Víctor da voz a los que quedaron silenciados y merecen ser escuchados. Una visión diferente, personal e íntima de un pasaje que todos hemos oído hablar de mil maneras distintas, pero que en la novela de Victor profundizas y empatizas tanto que la convierte en un tesoro emocional que lectores de todo el mundo deberían poder leer para reconocer a las figuras conocidas como Lorca y Rosales, y admirar a los que fueron silenciados pero que estuvieron allí, delante al frente, callados pero actuando para conseguir sus ideales. Verdaderos héroes a los que debemos de cierto modo estar aquí.

 

 

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