EL JAÇ DEL FAQUIR
Marcel Furriols no es ningún aventurero. De hecho, nació en un ambiente encorsetado y nada estimulante, pero pocos hombres podrán jactarse de haber vivido más intensamente. En su trayecto vital topará con algunas de las mentes más brillantes de principios del siglo XX: Santiago Rusiñol, Bertrand Russell, Sigmund Freud, Otto Dix, J.M. de Sagarra… Desgraciadamente también se las verá con el horror de la guerra, con la enfermedad y las penurias, con revueltas sociales, con la soledad de la prisión, con la añoranza de una patria lejana, con la desazón de promesas incumplidas, con el duelo del amor perdido y, por encima de todo, con el anhelo de venganza, el más corrosivo de todos los sentimientos.
El funeral de mosén Cinto Verdaguer, el ambiente bohemio de Els Quatre Gats o las visitas al Cau Ferrat de Sitges de la mano de su abuelo Conrad le despertaran un espíritu inquieto y el pensamiento crítico. Así, no es extraño que Marcel reconozca una sola pasión: formar parte de la historia del pensamiento y dejar huella como los grandes hombres a través del conocimiento. Sin embargo, los vientos de la historia lo tumbaran una y otra vez como quien se encuentra a merced de las olas. Es bien sabido que el destino es caprichoso, pero Marcel es un hombre honesto que nunca se sacude la responsabilidad: «Ante una bifurcación de caminos, casi siempre opté por lo que menos me convenía».
